domingo, 18 de diciembre de 2022

Leyendo "Esperando a Godot", de Samuel Beckett

 Se trata de una de las obras más influyentes y rompedoras del teatro del siglo XX, enmarcada dentro del llamado "teatro del absurdo".



Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, pocos sabían quién era Samuel Beckett, salvo, quizá, los que ya lo conocías como ex secretario de otro irlandés no menos genial: James Joyce. Por aquellas fechas, Beckett tenía escrita ya gran parte de su obra literaria; sin embargo, para muchos pasó a ser «el autor de Esperando a Godot». Se dice que, desde aquella primera puesta en escena —que causó estupefacción y obtuvo tanto éxito— hasta nuestros días, no ha habido año en que, en algún lugar del planeta, no se haya representado Esperando a Godot. El propio Beckett comentó en cierta ocasión, poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1969, que Esperando a Godot era una obra «horriblemente cómica». Sí, todo lo horriblemente cómica que puede resultar la situación de dos seres cuya grotesca vida se funda en la vana espera de ese ser al que llaman Godot.

(Fuente: https://www.planetadelibros.com/libro-esperando-a-godot/197522



Algunas reseñas de un montaje reciente:
Y una representación de la obra completa:





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-¿Qué situación de las planteadas en la obra os ha impactado más?

-¿Cuáles os parecen los problemas más importantes que plantea?




1 comentario:

  1. Voy a comenzar recordando un fragmento de la obra, una de las conversaciones entre Vladimir y Estragón, los personajes principales, ya que me ha impactado por su cercanía y actualidad.
    - Cuando uno piensa oye. Y eso impide reflexionar. Impide pensar.
    - ¿Tú crees?
    - Ya no nos arriesgamos a pensar.
    - Entonces, ¿de qué nos lamentamos?
    - Lo peor no es pensar.
    - Claro que sí, seguro, pero algo es algo.
    - ¿Qué quieres decir con algo es algo?
    - Que es algo, pero menos.
    - Evidentemente.
    - ¿Entonces? ¿Y si nos consideramos felices?
    Creo que resume toda la locura y el absurdo de la obra y de la vida, si no te arriesgas a pensar y a reflexionar hacia dónde vas y por qué merece la pena esperar, nos convertimos en meros robots que actúan y no cuestionan. Me ha recordado a “Un mundo feliz” de Aldous L. Huxley; y la opción de obtener una felicidad a medias, porque “algo es algo”, y no buscarla plena.

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